"¡Quieto!", me gritaron desde un costado. Estremecido, sin palabras, seco como el viento que golpeaba la azotea, lo esperé. Le decían de varias formas, y le atribuían poderes que eran más de cuento, que lo que de verdad era. Años en los que mi mente la imaginaba de color negro, y otros tantos en que solía escuchar por ahí que le habían visto un tono celeste en sus ojos. Nada de ello lo era, para mi, al menos. Existen tantas posibilidades de ella como personas en el mundo. Las almas deciden su forma, y la escriben en un papel de servilleta untado en manteca, que queda como único recordatorio, o memorandum, o testimonio, o prueba, de la luz que, cada uno, vio. Juro que esta que se presentó ante mi aquel día gris y pálido, no se parecia a ninguna de las que me habian contado alguna vez, ni la de mi madre, ni la de Pedro, ni la Hitler, mucho menos la de Nosferatu, o la de Don Severino, o la del mismisimo Jesús de Nazareth. Era otra, sin igual, con fuego propio y ardor característico. No divagué en palabras desaforadas, y gestos enloquecidos, sólo pude tomar coraje para largar unos pocos sonidos.
-Te esperaré siempre, mi am...- Sentì la carne destrozado y me hundì para siempre.
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Debajo me esperaban con un gran banquete de bienvenida y globos dorados. Algo, quién sabe qué cosa, me sentó del lado derecho de una gran mesa cuadrada que cubría el interior de una sala, que a simple vista, era desagradable. Había objetos que no encuadraban con el tiempo ni la década. Y gente que parecia inmovil. Todo desarreglado. Hombres y mujeres, que reían a carcajadas en cada rincón del extraño sitio y que ni si inmutaron de la parición de un nuevo comensal. Todo era incertidumbre en mi hasta que un olor a sudor mezclado con petroleo inundó el Salón. Una cosa enorme se hizo presente en medio del Banquete. Cada señorito de galera redonda le hacía una reverencia al pasar. Y cada mujer le entregaba una rosa como estandarte. No le veía bien nada, estaba tapado por unas cuantas telas de pieles delante mio. Aparté algunos cuantos, haciendo caso omiso de los buenos modales que me implemteron en la infancia, y prosegui a alcanzar al Quién sabe Qué. Ya podía sentir el aroma constante e iintenso cuando se acercaba. Le hize una reverencia modesta sin clavar la vista en sus ojos. "Es descortés", habia escuchado por ahi. Extrañamaente, podía sentir los ojos de La Cosa clavados en mi sien. Un silenció se apropió de todos, y con una voz ronca (sospechaba yo que era producto del alcohol) me ordenó, y tal como si leyera mi mente
-Hazte derecho, hijo, no es cortés no mirarme fijamente.
Lento, calculando cada centímetro que avanzaba, retruqué.
-Lo que no es cortés, es que invites a un banquete y no me resivas como corresponde.
En menos de un segundo, temí por mi vida. Sentí la inclinación de su cuerpo y su voz en mi oído.
-Tal como te recordaba. No has cambiado nada, eh Chuck Bass.
No eran momentos para preguntarme el porqué de su conociemiento personal, por lo que proseguí al discurso.
-Mira. No soy de esos que andan por la vida haciendo públicas sus últimas palabras. Pretendo dejar ese honor para pocos.
-Me siento honrado, pues.- Me susurró sonriendo.- Pero, si aquí no hay nadie, Chuck.
-¿Y las mujeres huesudas, y los hombres bajitos de la derecha?- le pregunte un tanto desorientado.
-Ya se han ido, hijo. Recuerda que poco más de la seis, el Alcalde dará su discurso inaugural.
No respondí.
No comprendía bien. No reconocía dónde estaba ahora, ni dónde me encontraba hacía escasos 5 minutos. La Cosa esta sabía todo. Pero sonaba raro, y un tanto macabro, que conociera mi nombre, quién era, qué hacía allí, y que el Alcalde asumiría esta tarde. Para calma mía, él tampoco dijo nada. Mis ojos estaban cubiertos, pero eso no me impedía saber que había prendido un cigarro Melz, lo cual era mucho mas extraño aún: sólo conocía una persona que viciaba con ese producto suizo. Más tarde, a eso de las 7.10, suponiendolo que lo sea gracias a que era conciente del paso del tiempo y a lo que pareció el silbato del tren de Aurich, La Cosa volvió a hablar.
-Sigues despierto, eh. Pues veo que estas muy ocupado en tu dolor que en entregarte de una vez por todas.
-Y tu no tienes otra cosa mejor que hacer que esperar a que yo sí lo tenga.- le espeté con tranquilidad.
Tenía razón. Hasta ese momento no había reparado en lo que sentía. ¿Qué sentía?. En primar lugar, un desesperante dolor de cabeza que se parecía a cómo si la estuvieran exprimiendo. En segundo, un punzante hormigueo en la zona del abdómen. Y tercero, y más importante, no sentía más que eso, por lo que mis piernas, mis manos, el cuello, el metatarsiano, el dedo gordo, el chiquitito, el homoplato y sus derivados, debían de estar sueltos por algún lado enemigo, pues mi cerebro no los registraba. Intentaba moverme, pero sólo conseguía rasgar más la herida. La cosa, y no La Cosa esa, ya era desesperante. "Aunque pensadolo bien, si lo es. Ambas lo son", pensé.
-Escucha tú...- me animé
-¿Tú?, ¿´Tú me has dicho?... ¿Es que ya no reconoces ni mi voz, Chuck?.
-Hace rato que no consigo descubrir mis piernas, ¿y quieres que me ocupe de tú voz?- dije fastidiado.
-Pensé que, por tu trabajo tan profesional, sabrías, al menos, de quién me trato.
-Hace rato que dejé la agencia- contesté de inmediato.
-Pues yo también, hijo- espetó mientras saboreaba cada letra.
-¿Cómo?...
-¿Problemas de audición, muchacho?
Era imposible, de veras desesperante, macabro, terrorífico, no podía ser él, no. "Ordenate Chuck", pensé. Había ido a comprar cigarros, la Señorita del 4° A me esperaba en el auto. De pronto girtos. Oscuridad. Golpes. Sangre. Labio Hinchado. Y, sino me fallaba mi intuición de Detective, me encontraba depronto en el Barranco de Jurend. Y no más, un banquete, mujeres y hombres, colores, olores, amor, traiciones, adicciones, juego, drogas, Ella, La Otra, mi Madre, La Cosa...
-¡Un momento!- dije como pude. Tosiendo, afiebrado, sin aire, apenas podía mover los labios.
-¿Si, Chuck?- sonreía.
Las heridas cada vez quemaban más, pero no dolían, estaba sereno.
-¡La he visto, al fin la vi! Es miel como tus ojos. Es distinta a todas.
-¿De veras?
Me dormí. No desperté hasta pasadas las 23.15. Ya no había gente en la sala, y unos niños andaban correteando por ahí. Había uno que se me robaba las miradas. Era morocho y de ojos achinados. Y sus ojitos decían más de lo que alguien pudiera haber escrito en la Biblioteca de Babel. Sin mediar palabras se abalnzó sobre mí y me abrazó. Me sentí lleno. No necesitaba más. Decidí tomarle de la mano y echar a anadar, quién sabe por dónde, quipén sabe para qué. Pero de ahí en más el Mundo iba a conocer nuestros nombres. Seríamos uno y para siempre. Y hacia alllí fuimos...
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Domingo 5 de Agosto de 1912
POLICIALES
Los encontraron en el Barranco de Jured
TRAS 4 MESES HALLARON EL CADÁVER DE CHUCK "EL CRUDO" BASS, MÁXIMO DETECTIVE DE SCOTLAND YARD AUSTRIA, JUNTO AL DE SU HIJO JONATHAN
El asesinato que ocurrió hace 4 meses aun es recordado por todos. Lo habían secuestrado en la esquina de su casa de Gaethe y Anderson, tres hombres armados y vestidos de negro, según testigo. El principal sospechoso, Juden Garich, primer mafioso de la Banda de Aurich, fue condenado a la pena de muerte. Los cuerpos estaban tendidos en el suelo y tomados de la mano. Lo velaran en la Seccional 1° de Scotland Yard, junto al cuerpo de su hijo Jonathan, fallecido por la enfermedad de Bullich a los 6 años de edad.